domingo, 10 de septiembre de 2017

Maverick

Este es un poema que escribí hace algún tiempo y fue premiado en el VI Certamen literario "Ricardo León" (Madrid) con el primer premio de la categoría juvenil. Aprovecho para compartir con vosotros algunas fotos del viaje que hice a Madrid para ir a recoger el premio. ¡Espero que os guste!



Entonces pensé que tal vez el amor
no era eso.
No un lazo que nos ata
sino un hilo que nos une.
Y allí, en el frío de tu ausencia,
por primera vez
me eché de menos a mi.

A la chica más guapa,
a la que sonreía cada mañana
y apenas miraba el reloj
para no congelar el tiempo nunca.

Un día frío de Septiembre, por la mañana, 
te marchaste.
Desde entonces no he dejado de mirar,
a través de la ventana, las manecillas
difuminándose en el aire.

No me importa 
si alguien vuelve a rozar mis labios,
hace tiempo que te pertenecen;
igual que esta vida que ya no brilla,
igual que este alma que se muere,
gritando, 
desgarrada,
con la voz en astillas, 
                                   en ecos...

El eco de tu risa 
se mezcla con la lluvia
y se rompe en el suelo 
tan fuerte
como si entendiera mi dolor.

Me miran unos ojos y no son los tuyos.
No se detienen en mis labios
justo antes de acariciar mis mejillas,
no despiertan mis colores, 
no aceleran mis latidos. Me miran
pero no me ven.

Mientras tanto yo te arropo en mi memoria
y te observo dormido, despeinado, tan guapo.
Después me abrazo, despacio,
guardando las maneras.
Inspiro. Expiro. Pruebo
un café que no consigue quemarme
y me rompo.

Te echo tanto de menos...

Ya no importan las apariencias:
Yo no pedí enamorarme, 
yo me perdí en tus lunares
y nadie ha sabido encontrarme desde entonces.
A mi me habían contado
que el amor era rozar el cielo,
un viaje compartido.
Y olvidaron decir
que no había regreso,
que era a cobro revertido,
a la deriva; a la espera
de que alguien te quite una venda de los ojos
cuando no dejas tocarte.

Yo quiero que me devuelvas mi tiempo,
las caricias, el cariño...
Lágrimas resbalan por mis mejillas
y los gritos, poco a poco, desaparecen.
Se funden en tu reflejo 
justo cuando se desvanece.
Y otra vez más no te he dicho que lo siento,
que los versos sin ti están vacíos.

Que alguien me diga cómo salir
del pozo que son tus pupilas,
cómo dejar de pensar en tus labios,
cómo no esbozar tu sonrisa.

Que alguien me diga cómo se olvida
antes de que el tiempo me desgaste las ganas,
antes de que comprenda que dejar ir
es también amar.
Que solo hay que perdonar, y perdonarse.
Mirar hacia delante y salvarse.

Ya no siento como antes
pero aún no he perdido el norte
y estoy retomando la dirección.
Voy a ponerle fecha a mis sueños
y cuando sean ya objetivos
te llamaré para contarte 
que sobreviví.

A ti, al colchón vacío, al miedo
de tropezar 
y no poder agarrar fuerte tu mano.

Para decirte que me quiero.
Y que voy a salir ahí fuera
aunque llueva o truene sobre el mar,
aunque se congele cada rincón de Madrid.

Y voy a hacer todo esto realidad.











Aula 34, quinto de primaria.

Petan na porta. Os meniños xiran a testa coa sospeita de que van saír de clase. Un brinco de esperanza xoga nos seus ollos. A “profe” pide...